dissabte, 6 de juny del 2015

Sobre l'esquerra que només té una mà



Han passat les eleccions, però no ha pas acabat la campanya electoral. I els resultats i les anàlisis ràpides i simples, que han de ser sempre interessadament favorables per a qui les expressa en públic, han de servir també per enfocar les orientacions de la campanya que ens ha de portar al 27-S, per encarrilar els propis cap a objectius clars i simples alhora.
I tornen a provar de pescar, en aquests balls de simplesa, sempre tan propera a la ximplesa, els qui recorren a l’ús i l’abús de termes aparentment antitètics per engalipar-nos a triar entre l’un o l’altre: perquè ja han decidit per endavant que ara en toca un i no pas l’altre, i que, en cas contrari, som una burda excrescència distorsionadora en mans de la dreta.
La història està plena de revolucions fracassades perquè hom ha pretès fer incompatibles la justícia social i la llibertat. Primer de bona fe; més endavant com a única fe possible perquè hom no fos acusat de contrarevolucionari: totes les revolucions han comportat l’escissió dels revolucionaris en eternes discussions, i sangonoses, sobre què ha de ser primer, l’edat daurada o la llibertat.

–Dichosa edad y siglos dichosos aquéllos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes; a nadie le era necesario, para alcanzar su ordinario sustento, tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían. En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquiera mano, sin interés alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo. Los valientes alcornoques despedían de sí, sin otro artificio que el de su cortesía, sus anchas y livianas cortezas, con que se comenzaron a cubrir las casas, sobre rústicas estacas sustentadas, no más que para defensa de las inclemencias del cielo. Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia; aún no se había atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre, que ella, sin ser forzada, ofrecía, por todas las partes de su fértil y espacioso seno, lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían. Entonces sí que andaban las simples y hermosas zagalejas de valle en valle y de otero en otero, en trenza y en cabello, sin más vestidos de aquellos que eran menester para cubrir honestamente lo que la honestidad quiere y ha querido siempre que se cubra; y no eran sus adornos de los que ahora se usan, a quien la púrpura de Tiro y la por tantos modos martirizada seda encarecen, sino de algunas hojas verdes de lampazos y yedra entretejidas, con lo que quizá iban tan pomposas y compuestas como van agora nuestras cortesanas con las raras y peregrinas invenciones que la curiosidad ociosa les ha mostrado. Entonces se decoraban los concetos amorosos del alma simple y sencillamente, del mesmo modo y manera que ella los concebía, sin buscar artificioso rodeo de palabras para encarecerlos. No había la fraude, el engaño ni la malicia mezcládose con la verdad y llaneza. La justicia se estaba en sus proprios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del interes, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaje aún no se había sentado en el entendimiento del juez, porque entonces no había qué juzgar, ni quién fuese juzgado. Las doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por dondequiera, sola y señora, sin temor que la ajena desenvoltura y lascivo intento le menoscabasen, y su perdición nacía de su gusto y propria voluntad. Y agora, en estos nuestros detestables siglos, no está segura ninguna, aunque la oculte y cierre otro nuevo laberinto como el de Creta; porque allí, por los resquicios o por el aire, con el celo de la maldita solicitud, se les entra la amorosa pestilencia y les hace dar con todo su recogimiento al traste. Para cuya seguridad, andando más los tiempos y creciendo más la malicia, se instituyó la orden de los caballeros andantes, para defender las doncellas, amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y a los menesterosos. Desta orden soy yo, hermanos cabreros, a quien agradezco el gasaje y buen acogimiento que hacéis a mí y a mi escudero; que, aunque por ley natural están todos los que viven obligados a favorecer a los caballeros andantes, todavía, por saber que sin saber vosotros esta obligación me acogistes y regalastes, es razón que, con la voluntad a mí posible, os agradezca la vuestra (El Quijote: Capítol XI, 1ª part. De lo que le sucedió a don Quijote con unos cabreros).

–La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en metad de aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve, me parecía a mí que estaba metido entre las estrechezas de la hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos; que las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recebidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre. ¡Venturoso aquél a quien el cielo dio un pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!  (El Quijote: Capítol LVIII, 2ª part. Que trata de cómo menudearon sobre don Quijote aventuras tantas, que no se daban vagar unas a otras).

Tot i que Cervantes no les oposava, encara avui, trobaríem, entre presumptes hereus d’un pensament metafísic que ha pervertit i continua pervertint un pensament força més dialèctic, trobaríem deia, corifeus que ens dirien que primer és el pa i després, la cultura; o primer, la lluita de classes, i més endavant, la qüestió nacional, i encara, que primer és la justícia social i més endavant, la llibertat. I fins i tot en trobaríem que ens dirien, més pocavergonyes, que aquesta priorització que no vol saber res dels elements superestructurals representa la unitat genuïna de l’eix social i de l’eix nacional, o la unitat de les forces del treball i de la cultura, o la unitat de l’economia i la política, oblidant, amb Gramsci o amb Pierre Vilar, que l’hegemonia cultural i política és tant producte com causa d’altres hegemonies.

Per sort, és gràcies a la literatura i, doncs, a la cultura, que sabem que Georg Herwegh, poeta alemany del segle XVIII, clou el seu Himne per a l’Associació general alemanya de Treballadors amb una interpretació força més correcta de les posicions dels seus amics Marx i Lassalle que no pas els esquerrosos que no saben caminar encara avui amb dues cames alhora:

Trenca el doble jou en dos trossos,
la misèria de l’esclavatge,
l’esclavatge de la misèria!
Pa és llibertat, llibertat pa!