Han passat les eleccions, però no
ha pas acabat la campanya electoral. I els resultats i les anàlisis ràpides i
simples, que han de ser sempre interessadament favorables per a qui les
expressa en públic, han de servir també per enfocar les orientacions de la
campanya que ens ha de portar al 27-S, per encarrilar els propis cap a
objectius clars i simples alhora.
I tornen a provar de pescar, en
aquests balls de simplesa, sempre tan propera a la ximplesa, els qui recorren a
l’ús i l’abús de termes aparentment antitètics per engalipar-nos a triar entre
l’un o l’altre: perquè ja han decidit per endavant que ara en toca un i no pas
l’altre, i que, en cas contrari, som una burda excrescència distorsionadora en
mans de la dreta.
La història està plena de
revolucions fracassades perquè hom ha pretès fer incompatibles la justícia
social i la llibertat. Primer de bona fe; més endavant com a única fe possible
perquè hom no fos acusat de contrarevolucionari: totes les revolucions han
comportat l’escissió dels revolucionaris en eternes discussions, i sangonoses,
sobre què ha de ser primer, l’edat daurada o la llibertat.
–Dichosa edad y siglos dichosos
aquéllos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos
el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en
aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella
vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad
todas las cosas comunes; a nadie le era necesario, para alcanzar su ordinario
sustento, tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas
encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto.
Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y
transparentes aguas les ofrecían. En las quiebras de las peñas y en lo hueco de
los árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo
a cualquiera mano, sin interés alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo
trabajo. Los valientes alcornoques despedían de sí, sin otro artificio que el
de su cortesía, sus anchas y livianas cortezas, con que se comenzaron a cubrir
las casas, sobre rústicas estacas sustentadas, no más que para defensa de las
inclemencias del cielo. Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia;
aún no se había atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las
entrañas piadosas de nuestra primera madre, que ella, sin ser forzada, ofrecía,
por todas las partes de su fértil y espacioso seno, lo que pudiese hartar,
sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían. Entonces sí que
andaban las simples y hermosas zagalejas de valle en valle y de otero en otero,
en trenza y en cabello, sin más vestidos de aquellos que eran menester para
cubrir honestamente lo que la honestidad quiere y ha querido siempre que se
cubra; y no eran sus adornos de los que ahora se usan, a quien la púrpura de
Tiro y la por tantos modos martirizada seda encarecen, sino de algunas hojas
verdes de lampazos y yedra entretejidas, con lo que quizá iban tan pomposas y
compuestas como van agora nuestras cortesanas con las raras y peregrinas
invenciones que la curiosidad ociosa les ha mostrado. Entonces se decoraban los
concetos amorosos del alma simple y sencillamente, del mesmo modo y manera que
ella los concebía, sin buscar artificioso rodeo de palabras para encarecerlos.
No había la fraude, el engaño ni la malicia mezcládose con la verdad y llaneza.
La justicia se estaba en sus proprios términos, sin que la osasen turbar ni
ofender los del favor y los del interes, que tanto ahora la menoscaban, turban
y persiguen. La ley del encaje aún no se había sentado en el entendimiento del
juez, porque entonces no había qué juzgar, ni quién fuese juzgado. Las
doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por dondequiera, sola y
señora, sin temor que la ajena desenvoltura y lascivo intento le menoscabasen,
y su perdición nacía de su gusto y propria voluntad. Y agora, en estos nuestros
detestables siglos, no está segura ninguna, aunque la oculte y cierre otro
nuevo laberinto como el de Creta; porque allí, por los resquicios o por el
aire, con el celo de la maldita solicitud, se les entra la amorosa pestilencia
y les hace dar con todo su recogimiento al traste. Para cuya seguridad, andando
más los tiempos y creciendo más la malicia, se instituyó la orden de los
caballeros andantes, para defender las doncellas, amparar las viudas y socorrer
a los huérfanos y a los menesterosos. Desta orden soy yo, hermanos cabreros, a
quien agradezco el gasaje y buen acogimiento que hacéis a mí y a mi escudero;
que, aunque por ley natural están todos los que viven obligados a favorecer a
los caballeros andantes, todavía, por saber que sin saber vosotros esta
obligación me acogistes y regalastes, es razón que, con la voluntad a mí
posible, os agradezca la vuestra (El Quijote: Capítol XI, 1ª part. De lo
que le sucedió a don Quijote con unos cabreros).
–La libertad, Sancho, es uno de
los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no
pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por
la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la
vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a
los hombres. Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la
abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en metad de
aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve, me parecía a
mí que estaba metido entre las estrechezas de la hambre, porque no lo
gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos; que las obligaciones
de las recompensas de los beneficios y mercedes recebidas son ataduras que no
dejan campear al ánimo libre. ¡Venturoso aquél a quien el cielo dio un
pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecerlo a otro
que al mismo cielo! (El Quijote: Capítol LVIII, 2ª
part. Que trata de cómo menudearon sobre don Quijote aventuras
tantas, que no se daban vagar unas a otras).
Tot i que Cervantes no les oposava, encara avui, trobaríem, entre
presumptes hereus d’un pensament metafísic que ha pervertit i continua
pervertint un pensament força més dialèctic, trobaríem deia, corifeus que ens
dirien que primer és el pa i després, la cultura; o primer, la lluita de
classes, i més endavant, la qüestió nacional, i encara, que primer és la justícia social i més endavant, la llibertat. I fins i tot en trobaríem que ens
dirien, més pocavergonyes, que aquesta priorització que no vol saber res dels
elements superestructurals representa la unitat genuïna de l’eix social i de
l’eix nacional, o la unitat de les forces del treball i de la cultura, o la
unitat de l’economia i la política, oblidant, amb Gramsci o amb Pierre Vilar, que l’hegemonia cultural i
política és tant producte com causa d’altres hegemonies.
Per sort, és gràcies a la literatura
i, doncs, a la cultura, que sabem que Georg Herwegh, poeta alemany del segle
XVIII, clou el seu Himne per a l’Associació general alemanya de
Treballadors amb una interpretació força més correcta de les posicions
dels seus amics Marx i Lassalle que no pas els esquerrosos que no saben caminar encara avui amb dues cames alhora:
Trenca el doble jou
en dos trossos,
la misèria de l’esclavatge,
l’esclavatge de la
misèria!
Pa és llibertat,
llibertat pa!
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